Este es un blog de naturaleza, fotografía, viajes y cualquier cosa que pueda interesar a su autor. Entra como si fuera tu casa y, si te apetece, deja constancia de la visita en cualquiera de entradas que te haya llamado la atención. Adolfo Etchemendi (fito mendi).
lunes, marzo 20, 2006
Esta foto me trae gratos recuerdos de mi infancia. Se trata de un majuelo (Crataegus manogyna). Es un arbusto espinoso de los muchos que que afloran entre los claros de los bosques y bordes de caminos. Su floración es espectacular y señala su presencia desde centenares de metros cuando recorremos los campos. Es una especie muy extendida en la orla mediterránea, aunque casi nunca aparecen demasidos ejemplares en el mismo lugar. A pesar de tolerar perfectamente los rigores de la sequía estival de nuestro clima, prefiere los suelos sueltos, húmedos y bien formados. Sus flores se vienen recolectando desde tiempo inmemorial para su consumo en infusión como sedantes. Es por ello que en algunas zonas como la sierra de Grazalema se les denomine erróneamente "tilos". Es de entre todos nuestros matorrales el que con mayor acierto debierra recibir el adjetivo de noble. En primavera aporta una floración solo comparable a la de los campos de almendros. Sus frutos comestibles (maholetos) suponen un aporte básico en la dieta de muchos pájaros que se tornan frujivoros en el otoño gracias a frutos como los del majuelo. Además estos frutillos son comestibles en su estado de madurez, regalándonos el paladar con un toque afrutado a manzana muy agradable. En mi pueblo se recogían en otoño y se pregonaban de puerta en puerta, lo mismo que los "azufaifos" (Zizypus jujuva). Lo recuerdo muy bien, esos canastos llenos de maholetos que se vendían a real la medida de un vaso. Luego estas mismas personas cambiaban en invierno a los garbanzos tostados, pero seguían usando los mismos canastos. Y en primavera la mercancía era el "paladú", palos de raíces muy dulces que se recolectaban en las cercanías de los ríos. Y, por fín, en verano los higos chumbos. Todas estas cosas eran manjares para los chiquillos. Realmente qué poco necesitábamos para sentirnos felices. Y cuánto ha cambiado todo actualmente. Por eso a mi hijo Jorge, que aún no ha cumplido los tres años, le doy a probar todas estas maravillas del campo. Ya conoce las orquídeas, el romero, los lirios y muchas otras plantas. Y cada vez que encuentra una me la señala repitiendo en su jerga parlanchina su nombre. Lo malo es que también quiere hacer él las fotos...y eso, naturalmente, es otro cantar.
La foto: De un espino solitario que vegeta en el Cerro de Ceuta (Puerto Real). Fecha:19-marzo-2006. Cámara: la habitual, objetivo: Zuiko macro 35 mm. Medición puntual al centro. 1/80 seg. f:8.0, ISO: 100, flash de apoyo externo (-1). Procesado: ligera mácara de enfoque (Picasa) y desenfoque alrededor del centro.
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2 comentarios:
Me encanta, Adolfo. Tienes una sensibilidad exquisita. Las fotos son preciosas. A mi también me han llamado siempre la atención las orquídeas, que, cuando le comentas a cualquier profano la variedad que existe en nuestros montes no se lo cree.
Es verdad, qué poco se necesita para ser feliz contemplando estas maravillas que nos rodean. o al menos desde mi infancia he disfrutado mucho de la Naturaleza, y lo sigo haciendo.
Te animo con esta preciosa idea. Un beso, Puri
me encanta las flores y me gustaria poder hacer fotografias de flores como rosas ,orquideas me encantan los ramos muy al natural.te felicito
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