lunes, mayo 15, 2006

Orchis papilonacea subsp. grandiflora

No hay nada más emocionante que encontrar a la princesa perdida y nada más triste que perderla al poco de encontrarla. Esta hermosísima orquídea ha sido objeto de búsqueda de muchos botánicos en la provincia de Cádiz, muy pocos la han visto. Juanjo y yo tuvimos la dicha de hallarla solitaria, en medio de un llano de la Sierra de Cádiz. Allá a lo lejos se percibía una mancha rojiza y dirigimos -como siempre- nuestro pasos a ella sin esperar nada especial. Jamás la habíamos visto más que en libros y allí estaba. Creo que nos ocurrió lo mismo a los dos. De pronto se nos aceleró algo muy fuerte por dentro y nos abrazamos y nos pusimos a saltar y a gritar de alegría. Habíamos hecho dos o tres expediciones a la Sierra sólo para encontrarla. Pero nunca apareció y ahora se nos mostraba allí mismo, lejos de los lugares donde se había descrito, sobre suelos calizos en un prado húmedo junto a un arroyo. Nunca le he hecho más fotos a una misma planta, con todos los objetivos, desde todos los ángulos. Nuestra ruta ese día sólo era marcar un itinerario para una excursión con los alumnos de mi clase que realizaríamos una semana después. Y no pudo ser más provechosa, pues entre las dos salidas encontramos -además de la papilonacea- tres Serapias de las cuatro que hay en Cádiz, la Anacamptis pyramidalis, la variadad filcohana de la Ophrys tenthredinifera, La Ophrys scolopax, la Ophrys lutea, la Orchis laxiflora, la Orchis langei y la Orchis champagneuxii. Todo ello sin contar numerosos taxones incluidos en la Lista Roja de la Flora Andaluza. Toda esta alegría se trocó tristeza, rabia y dolor una semana después. Cuando llegábamos con la expedición de niños a la misma zona, divisamos a lo lejos un rebaño de medio millar de ovejas justo encima de donde debería estar nuestro tesoro. Estábamos a más de mil metros de distancia, pero los augurios de esta terrible pérdida se iban confirmando. Saqué el gps de la mochila y marqué el way point 150 con el que había fijado su localización exacta días atrás. El aparato nos ibá indicando los metros que faltaban 400, 300, 200, 100 y la dirección del rumbo que debíamos seguir...nada. No estaba. El gps no falla, lo situamos justo encima de donde debía estar la Orchis papilonacea pero se habían comido hasta las hojas. Ni rastro de ella. Así es la vida de las plantas, para nosotros -que las amamos- son un tesoro sin precio, para los herbívoros son sólo una hierba más, de otro color, pero una simple hierba. Y no voy a arremeter contra las pobres ovejas, ya las jodemos bastante. Pero qué las ha enrarecido sino nosotros mismos, que las hemos cortado durante siglos para adornar los jarrones de nuestras casas. No es algo del pasado. Al día siguiente mi compañero Juanjo me comentaba que había entrado en un bar del pueblo y había visto una jarra llena de Orchis langei, con más de treinta plantas dentro. Una vez más nosotros mismos somos la "canalla inculta" que arrasa con todo.

Las fotos: Villaluenga del Rosario (Cádiz) 7-mayo-2006. Cámara habitual. Objetivo Zuiko macro 35 mm, enfoque S-AF, medición matricial, compensación 0 EV, ISO 125, 1/50 seg. f: 10, parámetros modificados en la toma: nitidez +1, saturación +1, contraste +1. Procesado: Picasa, máscara de enfoque. foto III: collage Picasa + máscara de desenfoque selectiva.

sábado, mayo 06, 2006

Un día en la Sauceda
El sábado pasado charlando por el messenger con mi compañero Juanjo planeábamos -como otros veces- una salida para ver rincones exóticos de la provincia y poder encontrar esos tesoros botánicos que de vez en cuando os traigo a esta ventana. Hacía buen tiempo y mi única condición era ir en moto, el destino me daba igual. Así que a las 8.30 de la mañana del domingo siguiente lo estaba recogiendo en la gasolinera del Puerto de Santa María. Enfilamos la Suzuki rumbo a Alcalá de los Gazules donde paramos a deyunar y luego, casi 20 kilómetros mágicos de curvas, hasta Puerto Galis. El paisaje soberbio. No hay nada igual a viajar en moto por la montaña dejándote los sentidos en cada rincón. La primavera es muy especial en el Parque de los Alcornocales. De trecho en trecho te va atrapando la magia de este lugar, sin ver un alma, pero regalándote un paisaje en estado puro. No te sientes expectador de nada sino parte de esta maravilla que se va destapando tras cada curva de esta increible ruta. Cuando nos faltaba sólo unos minutos para llegar a nuestro destino tuve que parar la moto. Juanjo se extrañó y yo le dije "hay un Lupinus en la cuneta". Y efectivamente allí estaba un magnifico Lupinus micranthus con sus gotitas de rocio y su espiga de flores azuladas. Pero no estaba sólo, toda la cuneta estaba repleta de Serapias, ¡un serapial! Esas orquídeas tan poco vistosas y -por primera vez- en mi vida pude contemplar la Serapias lingua, con su largo epiquilo, junto a otras Serapias como las que hay en la Bahía (parvifloras) e incluso algunas con características intermedias entre una y otra, estado al que han llegado por hibridación. Allí nos encontramos en el borde de la carretera, tirados boca abajo, haciendo fotitos cuando pasó una larga fila de motos que creían que nos habíamos caído. ¡Lo que puede dar de sí un palmo de cuneta!. Unos metros más alla de las Serapias había una docena de Ophrys apifera, dos ejemplares de otra rara orquídea que despues determinamos como Epipactis tremolsii, aunque no tenía abiertas sus flores y una Linaria hirta con su espolón blanco y los delicados nervios purpúreos que recorrían toda la flor. No me lo podía creer, sólo unos metros de cuneta y aquello parecía un jardín botánico. Allí estuvimos más de una hora en la antesala de la Sauceda sin atrevernos a dejar la cuneta, porque cada vez había más cosas. Creo recordar que le dije a Juanjo que si algunas vez alguien nos regalaba un viaje al Amazonas, seguramente nos quedaríamos en las puertas. Proseguimos la marcha pero antes paramos de nuevo en un escarpe de la carretera, una especie de pequeña cantera de esas que los de Obras Públicas van dejando atrás cada cierto trecho según avanza la obra. Esta vez las plantas estaban colgadas en el talud de la carretera y allí en unos metros de nuevo apareció de todo, pero sólo me detendré en mostrar la foto del lirio más espectacular de cuantos he visto. Se trata de Iris filifolia, una iridiacea de gran tamaño y flores púpuras que nos dejó con la boca abierta. Además todo estaba lleno de Allium roseum. En la ruta que emprenderíamos después encontraríamos otros dos allium más, pero éste de la carretera era soberbio. El caso es que lo veo constantemente por muchos sitios pero nunca me puedo resistir a sacarle una foto y aquí os quiero dejar tambien uno para ver si compartis conmigo esa opinión. Aparcamos la moto en la casa del guarda. Ponía un letrero que decía "no aparcar cohes en el carril", pero lo nuestro no era técnicamente un coche, así que la dejamos allí con los cascos amarraditos, pues todos los alrededores estaban atestados de coches de domingueros. Y la desagradable sorpresa se confirmó. Domingueros en el área de acampada de la Sauceda, con sus neveras, sus radios, sus TVs portátiles, en fin, lo de siempre. Lo bueno es que se quedan en la puerta y no se internan por el monte. Eso saldríamos ganando. Por el camino comienzan a verse muchas, muchísimas...Orchis langei, toda la vereda de subida al poblado lleno de estas bellas orquídeas rosas. Fotografiando una de ellas una pareja se acercó a nosotros y entáblamos una conversación sobre lo increible de la Sauceda. Les íbamos mostrando las plantas que encontramos y, la verdad su curiosidad no tenía límites. Entonces les conté la historia de la Sauceda, su origen como poblado de gentes de la Sierra que vivían de los recursos del Monte y cómo la Aviación del General Franco, ya terminada la Guerra Civil, destruyó literalmente el poblado con sus bombas bajo el pretexto de acabar con los guerrilleros maquis que supuestamente se ocultaban en la zona. Aún se conserva parte de la estructura de la Ermita y todas sus cabañas se han reahabilitado. Ahora es una zona de albergues rurales. Llevé a estos amigos a ver un piruétano (Pyrus bourgueana) que se había convertido en un árbol espléndido, con más de ocho metros de altura y un porte imponente. Por esta zona vimos varias plantas interesantes como un allium de flores amarillas (Allium scorzonerifolium), una escrofularia bastante rarita que crece justo a orilllas del río (Scrophularia auriculata) y un lamium (Lamium flexuosum) de delicadas flores blancas y hojas parecidas a la ortiga. Para el bosque, no se me antoja otro adjetivo que mágico. La frondosidad de la arboleda y el sotobosque de las laderas ocupado por los helechos es la imagen más sugerente de esta sierra que todos queremos llevarnos en el corazón. Los alcornoques (Quercus suber) se distribuyen por las pendientes de esta parte de la Sierra y -mezclados con éstos pero siempre más cercanos a los pequeños cursos de agua- los dos quejigos, que comparten con el alcornoque el vuelo del monte. De los quejigos destacar el más emblemático (Quercus canariensis) que se enseñorea con su imponente copa, desmochada por los carboneros, de los ribazos. Es curioso, pero esta frondosa, a pesar de su nombre, no es originaria de Canarias, ni siquiera vive allí. Todo se debió a un error de los primeros botánicos discípulos de Sir Edmundo Boisiere, que traspapelaron un pliego de esta planta y le colocaron por equivocación la etiqueta de otra quercinia canaria. Así pues, lo que seguramente debió llamarse "Quercus baeticum" por poner un ejemplo, se llamó para la posteridad Quercus canariensis y así debe ser porque es bueno testimoniar que la ciencia no es infalible, ni la botánica tampoco. Dejamos el poblado y nos adentramos ladera arriba para explorar uno de los famosos "Canutos de la Sierra" más técnicamente llamados Laurisilva, aunque yo me quedo con la expresión "Bosques de Niebla" que a mi juicio mejor encaja con el alma de este paisaje insólito. ¡Qué bonito que un bosque fuera de sólo de niebla! pero no, no se refiere a esto la expresión, sino al origen del bosque que mantiene la humedad gracias precisamente a la niebla húmeda que aporta a estas montañas el viento de Levante. Ello le confiere un estado permanente de humedad similar al de algunos bosques tropicales, donde se desarrollan especies afines como el laurel (Laurus nobilis) y el hojaranzo (Rhododendron ponticum subsp baeticum) que es el protagonista indicutible del Bosque de Niebla, junto a otros taxones endémicos del subsector Aljíbico como el "avellanillo"(Franjula alnus subsp. baetica) o los helechos Culcita macrocarpa y Osmunda regalis entre otros. Terminamos nuestra incursión en este bosque húmedo y nos merendamos el resto de las viandas junto a una de sus charcas. Incluso nos refrescamos los pies y cogemos fuerzas para vuelta. Pero antes, jo...algo raro está pasando en el fondo de la charca, le pido a Juanjo que ponga el marcha la función video que lleva incorporada su pequeña Nikon Colpix, ...es la leche. Somos expectadores de excepción de un cortejo nupcial de los sapos (y hay que decirlo en plural con toda razón) porque tres machos están copulando con una hembra. Es increible el amasijo de cabezas, cuerpos y patas girando todos unidos en una bola, en una danza lenta y subacuática...pero, lo siento...., os dejo la crónica incompleta. Esto se merece un blog para ellos solitos. Tengo dos videos de 40 segundos cada uno. A ver cómo consigo subirlos al blog (espero que alguien me ayude) y la música, a ver que preferís ...himno nupcial o la balada de Joe Cocker en Siete Semanas y Media. Espero sugerencias. Fito Mendi.


Fotos: La Sauceda, Jimena de la Frontera (Málaga). 30-abril-2006. Cámara Olympus E-500. Objetivos varios. Diferentes situaciones fotográficas. Procesado Picasa: todas las fotos con máscara de enfoque y la del hojaranzo con desenfoque exterior.