Situado en la desembocadura del caño del mismo nombre este islote de San Fernando encierra una de las historias más fascinantes de la bahía gaditana. En él se situo en la antigüedad una de los santuarios más importantes dedicados Hércules.Fue fundado por los griegos en la época de la Guerra de Troya (siglo XII a.C.). Pompolio Mela relataba que este templo de Heraklion (asimilado al Melkart fenicio) albergaba los restos del dios mitológico, por lo que se constituyó en uno de los santuarios más importantes del mundo antiguo. Anibal lo visitó antes de su cruzada contra Roma para rezar en él; Julio Cesar tuvo en este Templo una de sus visiones premonitoria de la gran conquista que le esperaba, tras llorar ante el busto de Alejandro Magno, justo al cumplir su misma edad sin haber logrado ningun éxito militar relevante. En el ara principal se veneraba un fuego perpétuo en honor a Hércules. Lo mantenían los mismos sacerdotes que tenían tambien asignada la misión de no dejar pasar a las mujeres ni a los cerdos al interior del templo. Estrabón relata que frente a las columnas de bronce del Templo los navegantes realizaban todo tipo de sacrificios. Todo el recinto se encontraba repleto de altares en honor a Hércules y en uno de ellos se veneraba una de sus más famosas reliquias: el cinturón de Teucro, héroe griego hijo de Telamon. Bajo la dominación romana se construyó una calzada que conectaba el Templo con la misma isla de Cádiz. Los restos de ella aún son visibles bajo las aguas. Igualmente famosos fueron sus pozos de agua dulce que tenían unas crecidas inversas a las de las mareas. Producto de estas observaciones desde la antigüedad se realizaron las primeras deducciones sobre el funcionamiento del mar y sus conexiones con el movimiento lunar. El Templo alcanzó su máximo esplendor con la dominación romana (época de Adriano) y fue decayendo a partir del siglo IV para perder toda su grandeza con de la dominación de los visigodos. Con el paso del tiempo fue objeto de diversos asedios y sus tesoros y reliquias expoliados progresivamente durante siglos. La acción del mar -y posteriormente la extracción en la zona de piedra ostionera- terminaron por hacerlo desaparecer. En el siglo XVI se edificó en su lugar el actual castillo como valuarte defensivo contra los ataques de piratas. Pero su decadencia actual se debe a los bombardeos de las tropas napoleónicas que le pusieron asedio entre 1810 y 1812. Su titularidad estuvo recientemente en disputa entre los municipios de Chiclana y San Fernado, consiguiendo éste último su reconocimiento legal tras una sentencia de los tribunales. El fácil acceso a sus instalaciones, incluso a pie en marea baja, han hecho de este importantísimo patrimonio histórico lugar de asentamiento temporal de todo tipo de gentes, encontrándose repleto de basuras y en lamentable estado de conservación. De la dejadez y el abandono no se libran ni la naturaleza ni las piedras. Ese parece ser nuestro sello de identidad. Una sociedad inculta y primitiva que no valora nada, ni siquiera a sí misma.La foto: A 1200 pies sobre la perpendicular de la isla. Vuelo fotográfico de reconocimiento del litoral de Cádiz que realicé el 14 de octubre de 2006. Cámara Olympus E-500. Objetivo Zuiko 45-150 mm; foco 70 mm, f: 11, 1/650 seg. ISO: 650, prioridad S; máscara de enfoque Picasa.







