Un viejo parque en el centro de Londres. Por alli corretean las ardillas y en sus bancos, cuando el otoño enseña su semblante ocre y amarillo, algunos se sientan en los bancos -sin importarle el frío- para tomar un té caliente y mañanero. Así que las costumbres no son como nos las cuentan siempre porque algunos espíritus transgresores -viva la transgresión- aún despliegan su sentido común paladeando esta infusión cuando el frio más aprieta y en el lugar menos victoriano que uno pueda imaginar.
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